Desbordamiento del Usumacinta, inundó cementerios de Catazajá. De todos modos tuvieron sus tamales.
Catazajá, Chiapas.
Enrique Romero.
No aparecen en los registros de haber recibido ayuda humanitaria, tampoco tendrán una Cédula de Daños del FONDEN, ni siquiera se sabe cuántos son; pero -aunque un poco húmedos, ahí están. Son los muertos «damnificados» por el desbordamiento del Usumacinta. Sí, también muchos cementerios de las 31 comunidades afectadas en Catazajá, se inundaron y numerosas tumbas quedaron bajo el agua.
La celebración, de prehispánicos orígenes, del «Día de Muertos», en estos poblados este año fue diferente. A la angustia de cuándo bajará el agua de la casa inundada, se sumó la de cuando saldría a flote la tumba del familiar fallecido. Vivos y muertos compartieron la experiencia y los efectos de un histórico desbordamiento no visto en los últimos 40 años. Aún así, la fecha se celebró con la fidelidad que guardan los sureños a los familiares que se les adelantaron en el camino.
En el Cuyo Álvaro Obregón, los preparativos, que suelen ser familiares, se volvieron comunales. Y es que muchas familias tuvieron que albergarse en casas de amigos y vecinos, o ne los albergues temporales de Protección Civil, porque su viviendas quedaron bajo el agua. Entonces, la preparación de los tradicionales tamales quedó a cargo de todas las amas de casa que comparten, por ahora, el mismo techo. Mientras preparaban las hojas y batían la masa, y la chiquillería correteaba, historias de vivos y muertos se contaron de una a otra familia, enriqueciendo el anecdotario comunal e incrementando la amistad entre las familias. Algo bueno salió de las inundaciones.
Los hombres, y sus hijos ya mayorcitos, pintaron las sepulturas recién emergidas de su acuoso manto. Otros solo pudieron pintar solo por «arribita», pues la base de la tumba seguía en el agua. Hubo quien lo dejó para el último minuto, pues el agua no terminaba de bajar. En cualquier forma, los «difuntitos» no dejaron de ser recordados, con tamales, con pozole, con una flor, con una veladora o una oración. Si hay los llamados «Fieles Difuntos», la inundación demostró que también existen los «Fieles Deudos».
Caso tétrico el de algunos ataúdes ajados y herrumbrosos que flotaban en las aguas remanentes. ¿Será que conservan restos humanos en su interior? ¿Será que tienen familiares que atiendan su re-inhumación? No pudimos averiguarlo, pero a no dudar son, de todo el cementerio, los más «damnificados», pues siguen como barco fantasma flotando sobre las negras aguas del cementerio ejidal. Para ellos no hay un Plan DN-III-E, ni un Comité de Evaluación de Daños del FONDEN; comparten la misma suerte que los damnificados de Calatrava, en Palenque, a los que su munícipe tiene olvidados a su suerte.
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